Hace un año aproximadamente, con la maleta llena de ropa, una mezcla entre bañadores de dos piezas y sudaderas, en éste mismo punto se iniciaba mi viaje, en Barajas, terminal cuatro. Llena de ilusión al saber que vería a dos de mis mejores amigos, en Gran Canaria y A Coruña.
Me marchaba con la idea de dejar un pedacito de mi corazón en Granada, me sentía un poco vacía al saber que él se quedaba trabajando mientras yo caminaba hacia unas vacaciones de película, que como siempre la realidad superó a la ficción con creces.
Hoy, parto desde el mismo punto, en el mismo lugar, muy cerca de la otra puerta que un año atrás me hizo volar tan alto, ahora, con la maleta llena de sueños, y la cabeza de ilusiones, arropan a un corazón recompuesta en pedacitos y pegada con pegamento extra fuerte, con un corazón lleno de personas nuevas, rostros que hasta hace poco eran desconocidos y poco a poco van ocupando una parte más importante en mi vida…ese duendecillo que poco a poco va coloreándose, lenta y silenciosamente, y encontrando esa llave, que abrirá su cajita particular, dos personas hasta hace muy poco extrañas que por circunstancias de la vida se han encontrado en el camino, dos vidas paralelas, dos almas llena de inquietudes que intentan encontrar su estabilidad de nuevo, me hubiese encantado despedirme en persona y convertir todos esos besos y abrazos en una realidad.
Comiendo frutos del mar, con vistas al mar lejano de Santander, emprendo mi camino hacía lo que el mundo me depare.